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martes, 4 de abril de 2017

Tiene 94 Años, Festejó 44 De Trabajo En McDonald’s Y No Se Quiere Retirar

Cuando su marido se retiró por discapacidad, ella sintió que si los dos se quedaban en la casa envejecerían a toda velocidad. "Somos jóvenes todavía", le dijo Loraine Maurer a Kenneth y salió de la casa para comenzar a trabajar en McDonald"s. Aunque no esperaba quedarse mucho tiempo, siguió en esa empresa, en distintos restaurantes de Evansville, Indiana. Y allí, en el local de North Green River Road, esta mujer de 94 años celebró 44 de trabajo.

Sus hijos se han jubilado ya —tiene seis nietos y siete bisnietos—, pero ella no quiere siquiera pensar en eso: "Extrañaría mucho", dijo. "No puedo dejarlo. Es una razón para levantarme a la mañana. Y las personas son agradables".

Los propietarios de la franquicia hicieron una fiesta para la trabajadora, que se convirtió en una atracción en sí misma, por su presencia de décadas detrás en la atención a los clientes. "Ella trabajó en otros McDonald"s antes. Vienen de toda la ciudad para verla", dijo Kathy Kenworthy, la dueña. "La gente quiere su café o su avena hechos al estilo de Lorraine".

Los años han acercado tanto a los clientes y a Miss Lorraine que cuando el clima es malo, la van a buscar y casi siempre la llevan de regreso a su casa. A veces va aunque no tenga que trabajar: a pesar de su edad, contradice el consejo médico sobre la comida rápida. Le gusta sobre todo el sándwich de pescado.

Para poder comenzar el turno del desayuno a las 5 de la mañana, los viernes y los sábados Maurer se levanta a las 3, en plena madrugada. Muchas veces espera a los clientes regulares con sus pedidos habituales en marcha. "Los conozco bien, conozco a muchos de sus hijos. Algunos me piden que rece por ellos y lo hago", dijo. Luego de trabajar va a la iglesia y a su casa: todo le queda en la misma zona.

"Es muy confiable, nunca falta", la describió Kenworthy. "Tiene una memoria asombrosa. Puede recordar historias de McDonald"s de hace 44 años o de hace cinco minutos. Recuerda las cosas y los rostros, y hace que la gente se sienta especial en el restaurante".

Luego de la muerte de su marido, en 1980, Maurer comenzó a viajar con una ex compañera de colegio, también viuda: "Fui a Australia, a Rusia, a Grecia, a Roma". En todas las ciudades buscó los arcos de la casa de fast food: "Siempre hay uno".

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